Café La Invierna: mi primera presentación |
Levantarte una mañana y
encontrarte un mail de un lector en tu bandeja del correo electrónico no tiene
precio. Eso significa que alguien, en algún punto de este planeta, ha comprado
tu libro, se lo ha leído y ha decidido invertir su tiempo en escribirte para
darte la enhorabuena, para comentarte sus impresiones, para hacerte alguna
crítica o para, simplemente, darte las gracias por hacerle pasar un rato
entretenido.
No me acostumbro a recibir este
tipo de correos, he de admitirlo. A veces me cuesta trabajo creer que se
refieren a mí y no a otra persona, y trato de no pensar mucho en ello para
evitar alimentar mi ego y no olvidar nunca quién soy y de dónde vengo. Por eso,
el mail que hoy he recibido me ha llamado mucho la atención, pues no era el
típico “eres grande, enhorabuena por tu libro”. No, en este caso iba más allá
de la crítica o el halago.
El lector, cuya identidad
guardaré en el anonimato por respeto, me confesaba sus ganas de dedicar más
tiempo a sus inquietudes, entre las cuales se hallaba la escritura. Se define
como un lector empedernido y un amante de las letras, así como de las buenas
historias. Tiene un par de ideas muy buenas en la cabeza para comenzar a
escribir una trilogía de corte steampunk, las ha desarrollado y cree que podría
funcionar. Hasta aquí todo bien, pero ahora admite que no se atreve a ponerse
en serio con ello ya que su vida y su entorno no han girado alrededor de las
letras. Se define como un chico de familia humilde, residente en un pequeño
pueblo del norte cuyo nivel cultural tiende a ser bajo, y se lamenta de no
haber tenido la suerte que otros escritores tienen de gozar de un círculo
personal más cercano al terreno creativo.
Lejos de sentir lástima o
compasión por él, me he dado cuenta que, a medida que iba leyendo, lo único que
me encontraba eran excusas para no hacer lo que realmente quería, que se había
puesto un traje que le sentaba mal amparado en el miedo a quitárselo y quedarse
desnudo. Me ha dado rabia, la verdad, y por eso hoy le escribo estas líneas.
Espero que le sirvan de algo.
Existen muchos tópicos sobre los
escritores: personas nacidas en el seno de casa pudientes, con un nivel cultural
bastante alto, con familiares que potencian los aspectos creativos e
intelectuales de los individuos. Gente que en su infancia les instruyen en
diferentes campos artísticos, que durante su adolescencia, en lugar de salir de
botellón con los demás jóvenes, se pasan tardes de fin de semana con sus padres
haciendo pequeños talleres literarios y leyendo libros, para llegar a una edad
adulta siendo un erudito, un sabio y un crack en todo lo que hace. Y si bien es
cierto que conozco a muchos creativos que dan este perfil, he de decir que
otros no lo han tenido tan fácil. Este ha sido mi caso.
Nací en una familia más que
humilde que marchó del centro de Madrid para vivir en una ciudad, situada al
sur de la capital, llamada Fuenlabrada. No fue por deseo (no puedo comprender
que alguien quiera cambiar el centro por una ciudad dormitorio) sino por
necesidad, ya que mi padre no es banquero, escritor bestseller, maestro,
catedrático, periodista, empresario… Mi padre es barrendero. Y mi madre tampoco
responde a ninguno de estos perfiles, ya que es ama de casa desde el momento en
el que yo nací. Haciendo memoria, diré que a mi padre no le he visto leer nunca
nada, ni siquiera el periódico, admite que no le gusta el hábito de la lectura,
que le cansa, que se aburre y que no entiende cómo puedo tirarme las horas
muertas leyendo en lugar de estar haciendo otra cosa. A mi madre solo la he
visto con un libro una vez en toda mi vida, y tardó como un año en leerse unas
300 páginas.
En mi casa nunca hubo libros,
salvo aquellos que me compraba o me regalaban. Recuerdo la cara de hastío de mi
padre cada vez que, al llegar final de curso y haber sacado buenas notas, me
decía eligiera un regalo por haber cumplido con mis objetivos y yo le pedía un
libro. Supongo que para una persona emperrada en que tu hijo desarrolle
aficiones comunes contigo, tales como las motos, los coches o la pesca, debe
resultar muy frustrante que tu hijo te pida un libro, unos lápices de colores o
una guitarra. Seguro que sería igual de frustrante para él que para mí, que no
entendía por qué no respetaba mis aficiones y las consideraba “pérdida de
tiempo” o “tonterías”.
La ciudad donde vivo tampoco me
ha ayudado demasiado: un pueblo convertido en ciudad, de manera demasiado
precipitada, donde reside gente de condición muy humilde como ya he mencionado
antes. Una ciudad dormitorio, esa es su mejor definición. Un lugar donde
residir mientras que la mayor parte de tu tiempo te lo pasas en la capital, trabajando
en oficios como barrendero, fontanero, electricista, albañil, taxista,
reponedor… Trabajos decentes de los que uno puede sentirse muy orgulloso, sin
duda… Pero que por lo general implican dos cosas: preparación académica nula y
bajos ingresos. Esto es una realidad, por eso abandonan la vida en la capital,
pues no pueden permitírselo (yo entre ellos). Con esto quiero decir que crecí
en un lugar alejado de la diversidad y las oportunidades del centro de Madrid,
donde es más fácil encontrar tu lugar, encajar en algún lado. Fuenlabrada,
lugar en el que resido y guardo cariño y respeto, no ofrecía hace 25 años esas
oportunidades que ahora parecen despuntar.
Mi círculo más cercano de
amistades no ha sido ni es especialmente amigo de la creatividad y del arte en
general. Quizá sí que demostraron intereses musicales, pero sobre la
literatura, y más en concreto sobre la fantasía, cero patatero. Juventud de
botellón, de juergas de fin de semana, de partidos de fútbol, de tardes en
bares y de flirteo con chicas. Y yo he formado parte de eso, no lo ocultaré,
pero siempre me faltaba algo. Quizá era el no poder compartir mis inquietudes y
aficiones con mis amigos, pues sabía que no me entenderían, incluso alguno hubo
que me dejó de hablar y comenzó a mirarme como un bicho raro.
El resto que no contaré, por no
alargarme demasiado con este post, son detalles que apuntalan el hecho de que
yo lo tenía todo en mi contra para desarrollar inquietudes creativas,
culturales o intelectuales. Piedras en el camino que podrían haber servido de
excusa para dejar de luchar contra la realidad y abrazarme al estilo de vida
que me rodeaba. Lo tenía fácil, podría ser uno más entre tantos y, además,
tenía excusa para rendirme. Sin embargo no lo hice. Aprendí a tocar la guitarra
y el piano yo solo para, años más tarde, apuntarme a clases y perfeccionar mi
técnica. Seguí comprándome libros, pues era la única manera de evadir mi mente
de aquella realidad de la que conseguiría escapar tarde o temprano. Saqué mis
estudios mientras lo compaginaba con trabajos que me permitiesen echar una mano
en casa sin dejar de lado mi formación y mi enriquecimiento personal. Y he
escrito dos libros, con un tercero que viene en camino, para autopublicarlos,
para mostrárselos al público y que ellos decidan si es válido o no lo es, sin
miedo a las críticas, corrigiendo lo que haya que corregir, puliendo lo que
haya que pulir, y aprendiendo. Con la cabeza alta, persiguiendo mis sueños y
cumpliéndolos, rodeándome de un entorno mejor y más inclinado a mis
inquietudes, sin dejar atrás mi origen y mis vivencias.
¿Y por qué he dado esta chapa
contando mi vida, miserias y milagros? Porque quiero demostrarle a todo aquel
que esté en una situación como la de este lector, de dudas, incertidumbre y de
resignación, que se puede conseguir todo lo que te propongas. No es fácil, no
es rápido, y no es como en las películas. Hay baches, hay gente que te odia,
que te envidia, se cometen errores, caes y te arrastras… Pero te acabas
levantando. Por eso no has de poner excusas para no realizar tus sueños, sino
HACERLOS. Ni el entorno más hostil podrá arrebatarte las ideas y las ilusiones.
Recuerda que el mayor error que
puedes cometer en tu vida es quedarte con la duda de qué habría pasado si
hubiera tenido el coraje de realizar mis sueños.
TÚ eres grande. Y me da igual que la gente pueda pensar que te hago la rosca o lo que sea porque somos amigos. No. Simplemente te conozco desde hace un tiempo, conozco a tu fantástica esposa e incluso a ese niño tan bonito que tenéis. Conozco a tus padres, a los de ella, a hermanos y hermanas... Te he visto en varias facetas de tu vida, las cotidianas y las no tanto.
ResponderEliminarTe he visto nervioso, atacado por salir ahí. Con presión por querer dar el máximo.
He visto tus ganas, la pasión que pones a todo.
Sólo me faltan ver tus lágrimas y espero, que de verlas, sean de alegría.
Has encontrado tu camino y aunque sabes que no es fácil, no has dejado de poner un pie delante de otro.
No eres el más "vistoso" pero nunca fue tu idea, aunque a veces te conviertas irremediablemente en el centro de atención.
Y a parte de todo eso, lo mejor, con lo que me quedo es que no sólo te has conformado con seguir tus sueños, con agarrarlos y darles forma. No contento con eso te has interesado en los sueños de los que te rodean (sean conocidos físicamente o no) y has tirado de ellos como si fuesen los tuyos propios.
Yo también me pongo muchas excusas y tengo ciertas personas, ciertos ejemplos cercanos que son los que me hacen moverme de nuevo.
En fin, siento la parrafada ^-^
Disculpen todos... Se me acaban de caer los calzoncillos y he de recogerlos.
EliminarYa sabes lo mucho que te aprecio, que te quiero y lo que te necesito a mi lado. Eres la mejor ^^
Entiendo perfectamente de que hablas, aun así es difícil luchar contra determinadas situaciones ,pero como bien dices, al final si uno quiere de verdad ,lo consigue^^
ResponderEliminarUn hombre que le cortan una pierna puede correr?
EliminarEXCUSA: No, le falta una pierna. Podrá hacer otras cosas, pero correr no.
SOLUCIÓN: Sí, puede hacerlo con una prótesis. Si realmente quiere correr hará lo imposible hasta conseguir la prótesis.
Menos la muerte, todo tiene una solución. Solo hay que poner empeño hasta dar con la clave.